LA POESÍA DE TECA BARREIRO Y NOEL OLIVARES VISITA LA RACAL

EL VIERNES 4 DE ABRIL, EN UNA NUEVA COLABORACIÓN
CON “EL TREN DE LOS POETAS”

En una nueva colaboración con la programación de “El Tren de Los Poetas” que propulsa el escritor Samir Delgado, la Real Academia Conquense de Artes y Letras recibe el viernes 4 de abril la visita de la brasileña Teca Barreiro y del canario Noel Olivares en un recital conjunto que se iniciará las ocho de la tarde en el salón de actos de la corporación académica, en la segunda planta del edificio de las antiguas Escuelas de San Antón, junto a la iglesia de la Virgen de la Luz, patrona de la ciudad.

Nacida en 1956 en Salvador de Bahía, psicóloga y poeta y casada con quien será su compañero de recital, Teca Barreiro Llorente reside en las Canarias desde 1980. Cursó estudios en Santiago de Compostela, es autora del poemario bilingüe en castellano y portugués Destellos en el vacío / Lampejos no vazío y ha participado en proyectos literarios colectivos como De promisión, Factoría de Ficciones, II Espiral poética por el mundo, Art Food: para comerte mejor, La llama silenciosa: poetas canarios en el Hierro,  Cuaderno de poesía: Gritos de mujer o Cuaderno de Poesía: 20 poemas al mar. De ella ha dicho Rosario Valcárcel que “tiene una memoria capaz de albergar aquellos detalles que pasaron desapercibidos para otros. Y cuando lo recuerda, no evoca la vivencia en sí,  sino la conciencia soñadora, el paisaje interior y externo del recuerdo, que durante un tiempo ha permanecido en su memoria. Y con ese sentimiento ahonda en él y habita en su conocimiento, en el encuentro”.

Por su parte Noel Olivares nació en 1954 en Las Palmas de Gran Canaria. Poeta y narrador tienes en su haber títulos como Favor del cielo y comidilla de difuntos, Cráneo o flor, Rasgos epigramáticos, Tiranía del gozo, Prosas porosas o El tapiz estelar. Ha participado asimismo en volúmenes colectivos como Ínsulas encontradas, Antología del micro-relato en Canarias, Poetas canarios en Buenos Aires y Madrid en los poetas Canarios. De su prosa el propio Samir Delgado ha dicho que posee “una tensión órfica de alto voltaje. Su escritura parece estar hecha de material onírico, urdida en la penumbra sigilosa del verbo, aunque palpita en la amplitud de la existencia cotidiana, casi a ras de suelo. En ella habita la angustia kierkegaardiana. Adentrarse en su lectura supone la inmediata absorción de nuestra recreación imaginativa, abarcando con gran elasticidad los temas recurrentes de todas las épocas: amor, muerte, teoría del conocimiento, el yo”.

Comentarios

  1. SEMANA SANTA EN CUENCA

    Cuenca a secas.
    ¡Cuenca!
    Me perdí en la oquedad de una palabra hueca
    y arriba de la ciudad esbelta
    donde anidan las palabras
    y se mezclan entre ellas
    descubrí que esa mi tierra
    era algo más
    de lo que me contaron de ella
    cuando de pequeño iba a la escuela.
    En la cartera llevo entre carnes y fotografías viejas
    una espiga de aquellas
    que se alzaban sobre la tierra
    en su búsqueda de soles y cielos
    con los que lavarse la cabeza.
    Las espigas de cebada, trigo, centeno y avena
    son para los que nos vestimos de solanas y tormentas
    camino de los campos y de las eras
    los frutos más queridos
    y las cabezas más bellas
    de todas las plantas con las que se viste de verde la tierra.
    De mi tierra. De ella,
    solo con ella,
    como que uno no quiere
    y ella no se deja,
    es mi infancia
    y saltando de década en década
    me encontré con que nada de lo vivido
    ni nada de lo que me espera
    será diferente para con aquella mi tierra.
    Solo honor por haber nacido en ella
    y gloria si la muerte me llega
    y en sus entrañas me entierran.
    Es ella. Solo ella,
    la que me llama por las noches,
    la que me levanta cuando el despertador suena,
    la que me dice me voy contigo
    y la que me acompaña, ya sea
    de jarana y de juerga
    por esas cantinas y bodegas,
    por esos territorios fecundados por las estrellas
    donde arlequines vestidos de largo juegan
    a perderse por las alturas
    de una ciudad que cada día se muestra nueva.
    Quizás. Si yo pudiera
    adornaría los labios muertos de las peñas.
    Quizás.Si yo pudiera
    tallaría las grandes rocas
    y haría con ellas una ciudad gemela
    para que ella, Cuenca, tuviera,
    amada que la quisiera
    de la misma forma que yo la quiero a ella.
    Me despierto a esa hora precisa
    en que llaman a la puerta.
    Cartero es y carta me llega,
    algo me dice que en Cuenca
    su Semana Santa comienza
    como todos los años
    entre esperas y a la espera
    de que sus calles sean calvario, cruz y devoción plena,
    de cuesta en cuesta
    y de iglesia en iglesia,
    así hasta que se apague una vela
    que arde dentro de una peña
    cristalizada con lágrimas de madre que a su hijo espera.

    Autor: José Vicente Navarro Rubio

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