LA RACAL CALIFICA DE DESPROPÓSITO LA ACTUAL SITUACIÓN DEL ARCHIVO DE CUENCA

 

La Real Academia Conquense de Artes y Letras ha vuelto en su última asamblea general a reclamar una rápida y eficaz solución para las deficiencias que en la actualidad señala que aquejan al servicio del Archivo Municipal de Cuenca, deficiencias que lo habrían colocado en una situación que la institución académica no duda en calificar que se encuentra entre el despropósito y el esperpento. La RACAL considera que es necesario instalar el Archivo en unas dependencias adecuadas que hoy por hoy no tiene y que es urgente cubrir la vacante de la plaza de Archivero/a que lo gestione, una plaza que estaría así recogida en la Relación de Puestos de Trabajo del Ayuntamiento, precisando que el hecho de que exista personal auxiliar vinculado a ese servicio no debe ser problema para la dotación de esa otra plaza de la escala superior absolutamente necesaria para que pueda cumplir eficazmente su importante labor. 

A continuación transcribimos el texto completo aprobado por la Asamblea de la Real Academia: 

“Han transcurrido ya dos años desde que, con ocasión de la celebración del Día de los Archivos el 9 de junio, preguntábamos al Ayuntamiento de Cuenca acerca de la situación del Archivo Municipal de nuestra ciudad. Tras una confusa respuesta, política y evasiva, formulada con desgana unos días después en la prensa, nada ha cambiado en este centro sino para empeorar su funcionamiento e imagen. Aunque cabría realizar un análisis mucho más pormenorizado de los problemas que, agravados, siguen afectando a este servicio, queremos destacar tan sólo el despropósito general que ahora lo rige.

Insistimos en recordar que a lo largo del último medio siglo ninguna corporación municipal, con independencia de su signo político, ha querido afrontar con decisión el cumplimiento sin excusa de la obligación legal que a los ayuntamientos concierne tocante a garantizar la eficacia en la administración y a facilitar al público acceso a la documentación conservada en el Archivo, ya sea de carácter histórico o administrativo y con muy concretas excepciones reguladas. Dice esto bien poco a favor de la preocupación por el sustento de la cultura o por garantizar la información y la transparencia correspondientes al ejercicio de la administración local demostrada por los sucesivos alcaldes y concejales de cualquier ramo. Una ciudad orgullosa de ser patrimonio mundial, gracias a la larga historia que sobre ella gravita y a su situación en un singular entorno natural, necesita que sus gobernantes adquieran plena conciencia del significado de este reconocimiento más allá de la propaganda vacía. Las piedras del entorno natural o de los edificios históricos tienen grabada sobre sí la huella de la vida pasada y esta alienta en los papeles que dan testimonio de ella. Decir tal cosa no es hacer un guiño retórico añorante.

Los papeles, cualquiera sea su época, reflejan sin más los intereses de las personas.  No cabe concebir por ello que tantos aspectos tocantes al gobierno presente de esta ciudad, cualquiera sea ahora su soporte físico, y en particular los expedientes gestionados en los últimos años por la Gerencia Municipal de Urbanismo, resulten completamente inaccesibles a la consulta de los ciudadanos. Esta es la causa sin excusa: ni los documentos están descritos ni tampoco se encuentran instalados ni organizados de manera correcta con arreglo a las normas que deben regir en estos centros de información, lo que hace imposible recuperarlos. Almacenados sin orden ni concierto, yacen en una precaria instalación en la periferia urbana que ni siquiera es de titularidad municipal. Todo ello en claro perjuicio de los ciudadanos a quienes se veda la información que precisan para sacar adelante diversos trámites administrativos. A las quejas han seguido demandas judiciales, pero no parece que esto preocupe tampoco a munícipe alguno a la vista de los hechos

El problema es grave y en lugar de planear, informados, una solución razonable esquivan el alcalde y los concejales la responsabilidad enorme de afrontar la gestión del Archivo Municipal, amparados en la siempre socorrida escasez presupuestaria. A lo largo de casi un siglo, en circunstancias económicas seguramente mucho más difíciles, el servicio ha estado a cargo de un licenciado universitario. Aplicando la inapelable regla de gasto, suprimida la plaza de técnico adscrito al grupo A, se pasó, mediante un trámite arbitrario, a elevar de categoría al auxiliar perteneciente al grupo B. Quede claro que no es esta una cuestión referida a la preocupación funcionarial por el escalafón. La inverosímil solución dada ahora para que el Archivo preste el servicio que debe se encuentra a medio camino entre el despropósito y el esperpento. Sólo desde la ignorancia manifiesta, añadida al incompetente menosprecio hacia cuanto significa proteger un depósito documental que se remonta nada menos que a 1190, pocos años después de la conquista cristiana de la ciudad, cabe encomendar su gestión exclusiva a un simple auxiliar administrativo carente de conocimientos o formación alguna histórica, paleográfica o archivística.

El símil quizá resulte simplista pero trasladamos a la consideración de cualquier persona, aunque ignore los entresijos de la profesión archivística, si a la hora de recibir algún tratamiento terapéutico, desde una prescripción farmacéutica a una intervención quirúrgica, prefiere que le atienda un aficionado, un simple auxiliar o un profesional cualificado. Ignoramos si los componentes de la corporación proceden habitualmente en lo que hace a su salud y la de los suyos como con el Archivo ahora, pero un mínimo juicio crítico lleva a rechazar de plano la idea por descabellada. Abundando en el disparate, quizá cabría encomendar el urbanismo a un albañil diestro, la gestión de la circulación a los aparcacoches o la de la policía municipal a ciudadanos provistos de licencia de armas.

¿De qué manera organizará los fondos sin describir alguien que ignora lo que es una serie documental, una relación de entrega o un inventario, sea cual sea la versión actual de tales instrumentos? ¿Cómo se adentrará en el complejo mundo de la paleografía y la diplomática sin grave riesgo para la ordenación que ahora tienen los documentos históricos? Recuérdese que es muy difícil ordenar un fondo desorganizado y facilísimo en cambio llevarlo al caos tras una consulta descuidada. ¿Cómo informará a un investigador que le plantee una búsqueda?

No se dirige nuestra observación, necesariamente crítica, hacia la persona que ahora se ocupa sin competencia profesional alguna del Archivo de Cuenca eludiendo la práctica centenaria y las disposiciones legales en vigor. Nos maravilla, eso sí, que, en lugar de suprimirlas por la vía de los hechos, no se haya planteado cubrir las plazas en su día vacantes mediante una oposición libre que garantice la competencia del nuevo personal adscrito a ellas. Nadie, que sepamos, ha formulado quejas de carácter público a las autoridades municipales referidas al desastre en que ha estado y sigue el servicio. No han faltado las habladurías o los chismes en voz baja pero nadie, ni del mundo académico concernido ni de los ciudadanos afectados tampoco, ha elevado formalmente la voz para protestar como corresponde por cuantos despropósitos presiden, desde hace unos años, el funcionamiento de este archivo.

Somos conscientes de que tampoco esta nueva exposición obtendrá respuesta. A lo sumo, como antaño, se propondrá una excusa incapaz de remediar la culpable negligencia destacada. Entendemos que la fugacidad de los mandatos políticos dificulte planificar en serio. Nos hacemos cargo de que se jerarquicen las prioridades a la hora de tomar decisiones de gobierno y de que sea necesario esquivar el falso celo de algunos funcionarios que se sienten investidos de una autoridad que no poseen. No obstante, para que no se nos considere sólo detractores, sin otro objeto que zaherir en vano, además de poner de manifiesto el desatino de la situación descrita, nos ponemos a disposición de quien con buena voluntad y autoridad suficiente quiera remediarlo.”




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