Texto "Sobre plagios y errores al amparo de las instituciones" - Real Academia Conquense de Artes y Letras
Sobre plagios y errores al amparo de las instituciones
Real Academia Conquense de Artes y Letras
El 22 de agosto de 2021, don Miguel Jiménez Monteserín,
director de la Real Academia Conquense de Artes y Letras, publicó en Voces
de Cuenca un artículo en el que mostraba la sorpresa y el estupor que le
había causado la lectura de un texto aparecido en el programa de la Feria y
Fiestas de San Julián de aquel año bajo la firma de “Miguel Romero. Historiador
y Cronista Oficial de la ciudad”; con escrupuloso rigor intelectual y con
afilada ironía, desgranaba el profesor Jiménez Monteserín en su escrito los
graves errores y las inexactitudes vertidas por su autor en el citado texto,
fruto —decía en algún momento— de la ignorancia más osada. En los días
siguientes, y aunque cabía esperar algún tipo de reacción del aludido en su
defensa, no hubo por su parte más respuesta que la frase “El Cronista hace
buena su labor” empleada como título de un evasivo artículo publicado en La Tribuna de Cuenca del 25 de agosto;
en él, y sin referirse para nada ni a su texto del programa de ferias ni al del
señor Monteserín, a quien ni siquiera mencionaba, reiteraba su propósito de “hacer
camino en este objetivo a cumplir” como cronista oficial de su ciudad.
El episodio no pasaría de ser una desafortunada anécdota
si no fuera porque el de la ignorancia del señor Romero es un asunto en el que,
para decirlo en términos coloquiales, viene lloviendo sobre mojado desde hace
demasiado tiempo; somos muchos los que llevamos años soportando estoicamente un
chaparrón tras otro, poniéndonos amarillos cada dos por tres con sus textos o
sus intervenciones públicas por no querer ponernos colorados una única vez
denunciando abiertamente sus errores, sus plagios y sus falsificaciones
históricas. Las reveladas por el profesor Jiménez Monteserín en su texto
constituían sólo una pequeña muestra de las habituales imprecisiones e
inexactitudes, incluso de las no infrecuentes barbaridades, con que el señor
Romero viene obsequiando a quienes benévolamente prestan atención a sus
escritos o se acercan a escucharlo en sus conferencias, por no hablar de la
desfachatez con que copia indiscriminadamente a los demás.
Hace unas semanas, el Ayuntamiento de Cuenca
editó el número correspondiente al año 2022 de la revista Cuencaciudad
que el propio señor Romero coordina. En las páginas 139 a 147 de la misma se
incluye un texto firmado por él y titulado “Cuenca, la ciudad de la luz y del
aire. Lección inaugural del XLVII Congreso de Cronistas Oficiales de España” en
el que vuelve a las andadas de manera escandalosa. Desde su propio título,
tomado literalmente del que nuestro compañero académico don José Luis Muñoz le
puso a un volumen colectivo coordinado por él y editado en 2001 por el
Ayuntamiento de Cuenca, el escrito del señor Romero no es sino un burdo plagio de
otros textos de distintos autores, salpicado aquí y allá de todo un cúmulo de
errores impropios de alguien que se proclama orgullosamente doctor en Historia
y cronista oficial de la ciudad. El comentario detallado de todo ello
requeriría un desarrollo que excede el propósito de estas líneas, de modo que,
para no alargarnos demasiado, nos limitaremos a señalar dos casos evidentes de
plagio y unos pocos ejemplos de errores manifiestos.
En el apartado que su autor —es un decir—
ha titulado “Historia y patrimonio”, el texto en cuestión es, en buena medida,
síntesis apresurada y bastante desafortunada de “Esbozo para una historia de
Cuenca”, el capítulo con el que el ya mencionado profesor Jiménez Monteserín
contribuyó al también aludido volumen colectivo La ciudad de la luz y del
aire coordinado por el señor Muñoz; delatan el plagio tanto la línea
argumental del texto, que sigue con escrupulosa fidelidad, aunque
fragmentariamente, algunas páginas del original, como las frases textuales o
con ligeras modificaciones que el señor Romero reproduce del mismo sin pudor
alguno y, por supuesto, sin advertir de ello en ningún momento. Al profesor
Jiménez Monteserín sólo lo menciona una vez, de pasada y como para justificar
el atraco al que lo somete, al referirse a un dato puntual sobre el precio de
la lana en 1680, como si el resto del escrito le fuera del todo ajeno; para
acallar su conciencia, y quizá con el propósito de desviar la atención del
original plagiado, el señor Romero incluye en una breve bibliografía final la
referencia a un trabajo del señor Monteserín (Vere pater pauperum)
distinto del copiado.
En cuanto a la parte que don Miguel Romero
titula “Los acontecimientos bélicos”, está tomada, de manera más literal
todavía que en el caso anterior, aunque también con algunas omisiones y
pequeñas variaciones, del capítulo I, “Breve resumen histórico de Cuenca”, de
la Guía de Cuenca y principales itinerarios de su provincia, de César
González-Ruano (Barcelona, Planeta, 1956); como en el caso anterior, falta
también en éste un reconocimiento explícito de la fuente de la que está tomado
el texto, pues el señor Romero se limita a decir literalmente y sin precisión
alguna: ”Me gusta y mucho, las descripciones que César González-Ruano hizo de
estos momentos históricos y así tengo a bien relatarlos”. Lo que sigue después
no es ningún relato, sino la copia casi literal, con algunas omisiones, de dos
páginas del original plagiado, sin indicar cuál ha sido éste; no hay, en este
caso, referencia bibliográfica final a ninguna obra del señor González Ruano.
Por lo demás, dice mucho del rigor del
señor Romero como historiador que, para dirigirse a un auditorio como el de unos
cronistas oficiales reunidos en congreso, escogiera el texto de un tan reputado
especialista en la materia como César González-Ruano, y dice todavía más
que ni siquiera tuviera la precaución de comprobar los datos que de él tomaba:
“Hacia 1529 —escribió Ruano y copia literalmente Romero, por ejemplo— se
establece la imprenta en Cuenca, siendo su primer maestro Guillermo de Reymon,
que estrenará ese precioso invento con La Gramática escrita por Luis de
Pastrana”. Eso era lo que creía en 1869 Fermín Caballero; hoy sabemos que el
arte tipográfico llegó a la capital conquense en 1528 de la mano de Francisco
de Alfaro, quien publicó en ese año, en colaboración con el también impresor
Cristóbal Francés, una obra de carácter litúrgico y sacramental titulada Manipulus sive manuale vel potius practica
ministrandi sanctae matris Ecclesiae
(Paloma Alfaro. La imprenta en Cuenca.
1528-1679. Madrid, 2002, pág. 36);
la Gramática de Pastrana es de 1539.
El cronista
oficial de la ciudad de Cuenca copia también de la mencionada guía una larga
lista de personajes ilustres, pero olvida que Ruano hablaba de toda la provincia,
mientras que él solo se refiere a la capital, por lo que da como nacidos en ésta,
entre otros, a fray Luis de León, Melchor Cano o Constantino Ponce de la Fuente;
al relacionar a los que “brillan” en los siglos XVIII y XIX, añade por su
cuenta a Antón Martín, que vivió durante el XVI, y a González Palencia y
Astrana Marín que, si bien nacieron, efectivamente, en los últimos años del
XIX, se incluyen normalmente en el XX, pues en él transcurrió la mayor parte de
sus vidas y desarrollaron sus respectivas obras. Finalmente, en el último
párrafo de su texto se refiere el señor Romero a un tal Martín Rizo al que
sitúa en el siglo XVI. El tal Martín Rizo vivió entre los años 1593 y 1642, lo
cual quiere decir que es un personaje del XVII, y no se llamaba así, sino Juan
Pablo Mártir Rizo; cierto que su nombre fue objeto de confusión ya incluso
entre sus propios contemporáneos, pero el error es muy poco común entre quienes
se dedican a los estudios historiográficos. Que el señor Romero incurra en él
(y no se trata de un mero despiste; en otras ocasiones lo ha llamado Pablo o
Juan Pablo Martín Rizo) revela bien a las claras el rigor intelectual con el
que trabaja.
En los últimos días, esta Real Academia ha tenido
conocimiento de un caso de plagio del cronista oficial de la ciudad algo más
antiguo, pero de mayor entidad que los ya comentados. Por don José Manuel Cerda
Costabal, doctor
en Historia por la Universidad de New South Wales y en la actualidad profesor
de la Facultad de Psicología y Humanidades de la Universidad de San Sebastián (Chile),
hemos sabido que el señor Romero copió en su libro Leonor de Inglaterra,
reina de Castilla (Madrid, Nowtilus, 2014) una parte muy sustancial del
artículo “Leonor Plantagenet y la consolidación castellana en el reinado de Alfonso
VIII”, publicado por el propio señor Cerda Costabal en el Anuario de
Estudios Medievales (número 42/2, julio-diciembre 2012, pp. 629-652).
Aunque en su libro hace alguna referencia esporádica al mismo y lo incluye en
las notas bibliográficas finales, el señor Romero no advierte en ningún momento
de que está utilizando fragmentos, en ocasiones de una cierta extensión,
tomados literalmente del tal artículo, ni utiliza nunca comillas para
distinguir entre lo que toma de él y su propio texto; como para demostrar que
su libro ha resultado de un estudio riguroso, el plagio alcanza también a la
traducción de textos medievales y a notas al pie de página de libros o trabajos
que, evidentemente, no ha leído ni consultado, Este modo de actuar contrasta
con el aviso que el señor Romero inserta en su página web oficial, en cuyo
apartado Documentos advierte de que los textos que en él aloja son sólo
“para uso de lectura”; quienes los utilicen en otros trabajos, añade, deberán
hacer constar su procedencia y su autoría ya que, en caso contrario, “estarán
expuestos a denuncia por plagio”.
Las
responsabilidades que pudieran derivarse de las prácticas fraudulentas del
señor Romero quedarían en el ámbito de las relaciones privadas entre él y los damnificados
por sus plagios si no fuera porque el título de cronista oficial de la ciudad
de Cuenca que orgullosamente exhibe da a muchos de sus textos e intervenciones
públicas una innegable dimensión institucional. El texto “La ciudad de la luz y
del aire”, por ejemplo, se publicó en
una revista del Ayuntamiento de la capital conquense, fue leído por su autor
(sin ruborizarse, que sepamos) como “lección inaugural” de un congreso de
cronistas oficiales y ha sido editado luego en las Actas del mismo (páginas
51-62), con el aval del Patronato Gil de Albornoz en la contracubierta. El
responsable de su contenido es, obviamente, quien lo ha pergeñado, pero esa
dimensión institucional de la que hablamos confiere al propio texto y a su
autor una representatividad de la cultura local que no puede ser soslayada sin
más. A la vista de cuanto llevamos dicho, resulta evidente que el señor Romero
no merece esa representatividad ni posee la autoridad moral y la solvencia intelectual
que la distinción honorífica de cronista oficial requiere. A título personal, y
siempre que se someta a las normas y convenciones propias de la actividad
académica, es libre de seguir escribiendo y diciendo cuanto le venga en gana; al
amparo de los organismos públicos, en cambio, y para que deje de avergonzarnos
a todos, no debería firmar ni una línea más. Si lo hace, la
responsabilidad de lo que diga ya no será solamente suya, sino que alcanzará
también a quienes, por inepcia, por pusilanimidad o por vaya usted a saber qué
otras razones, le dan cobijo desde las instituciones aun a sabiendas de la
mercancía averiada que viene ofreciendo.
Se adjunta archivo de constatación de plagio del profesor Cerda Costabal.
Informe de constatación de plagio y atentado
a la propiedad intelectual.
Artículo
plagiado: “Leonor Plantagenet y la consolidación castellana en el reinado de
Alfonso VIII” del autor José Manuel Cerda Costabal, publicado en el Anuario de
Estudios Medievales, no. 42/2, julio-diciembre 2012, pp. 629-652. Libro donde
se encuentra el plagio: Leonor de Inglaterra. Reina de Castilla, del autor
Miguel Romero Sáiz, editorial Nowtilus, 2014. El autor Miguel Romero Sáiz ha
publicado en 2014 un libro que contiene material textual que ya ha sido publicado
en una revista científica en 2012. El plagio es sustancial, evidente, textual e
íntegro. El autor utiliza comillas y notas al pie de página para citar a otros
autores, pero no lo hace con respecto a la obra que más ha utilizado. En la
justificación del libro, el autor señala que “ser historiador me hace ser
exigente con las normas de la historiografía” (p. 22) y también dice con
respecto a “dudosos investigadores que se apoyan en esta protohistoria que, sin
el rigor de la ciencia ni el apoyo documental exigido, adulan con hipótesis
poco loables, para aderezar el contenido de la duda…aquí habrá investigación
documental, opiniones rigurosas de historiadores reconocidos, interpretaciones
causales…” (p. 23). También añade que hará esto “con la mayor pericia posible…con
base justificativa y científica y con el mayor criterio académico posible…” (p.
24). El libro no solo está plagado de errores históricos y de interpretaciones
totalmente obsoletas y anacrónicas de los hechos, procesos y personajes, sino
que además el autor presenta su obra como el primer estudio sobre la reina
Leonor Plantagenet ya que según explica, “apenas aparecen unas simples notas
sin más intencionalidad que referenciar el peso que su esposa Leonor de
Plantagenet tuvo como consorte” (p. 24) y “que hasta la fecha no hay ningún
trabajo dedicado exclusivamente a ella” (p. 334). Podemos suponer que el
artículo publicado en 2012, aprobado por una rigurosa evaluación académica y
muy sustancial en su contenido sobre la vida y obra de la reina, es parte de
esas “simples notas” y que aunque esta exclusivamente dedicado a la reina, el
autor no ha querido reconocer esto para darle mayor importancia a su libro. Si
bien hay referencias a este artículo en la p. 334 del epílogo del libro y luego
en las notas bibliográficas (pp. 356, 360-3) y la bibliografía consultada (p.
366), en el texto del libro, el autor no hace distinción alguna entre el
escrito propio y lo que ha incorporado textual e íntegramente de este artículo.
El plagio incurrido es tan sustancial, que del total de 17 páginas del artículo
(sin contar la bibliografía), hay texto de 16 páginas en el libro. Es decir,
casi la totalidad del texto del artículo está presente en el libro sin
reconocimiento o referencia alguna a la autoría. El autor también ha copiado
traducciones hechas en el artículo de crónicas medievales y también ha copiado
casi textualmente notas al pie de página de artículos, libros y capítulos que
evidentemente no ha leído ni consultado, como para demostrar que el libro ha
resultado de un trabajo riguroso, como el autor señala en el prólogo y epílogo.
En la última página del libro, el autor se excusa: “en mi contra, el haberme
ayudado de muchos excelentes trabajos de grandes historiadores, investigadores
y profesores, a los que desde aquí pido perdón por haberlos utilizado en mi
favor, pero no hay duda alguna de que no existe ningún trabajo de investigación
que se precie que no tenga la necesidad de ese recurso, fundamental e
imprescindible” (p. 337). Esta excusa no le exime en lo absoluto de reconocer e
indicar con total claridad la autoría de los textos que ha incluido en su libro
y que, al no haber comillas ni notas al pie de página, presenta como propios.
Tanto la editorial como el autor están lucrando, tanto en lo académico como en lo
económico, con la propiedad intelectual de otra persona, lo cual constituye un
delito. El mismo autor advierte en su página web en la sección de Documentos:
“Los libros sólo están disponibles para uso de lectura. Para su utilización
como texto en otros trabajos deberá de hacer constar la procedencia del mismo y
su autor, sino estarán expuestos a denuncia por plagio”
(http://www.miguelromerosaiz.com/html/documentos/) A este informe se adjunta
una correspondencia de las páginas del artículo que están plagiadas en el
libro, una versión digital del artículo en cuestión, y las páginas del libro
donde hay material plagiado, también en formato digital, todo presentado como
evidencia irrefutable y sustancial del plagio cometido.
José Manuel Cerda Costabal Doctor en
Historia, Universidad de New South Wales Vicerrector Académico, Universidad
Gabriela Mistral Santiago de Chile, 25 de noviembre 2014.
Pues nada, a plagiar se ha dicho. Estaría bueno que usáramos ahora sus textos, nos denunciara por plagio y salieran a flote todos los autores verdaderos.
ResponderEliminarApoyo y suscribo totalmente este artículo. Y añadiría, que, por favor, deje de escribir sobre judaísmo en Cuenca y, si quiere hacerlo, que se deje asesorar, que los especialistas estaremos encantados de revisar y corregir sus textos, cuidando ademas aspectos linguisticos como las transcripciones fonéticas del hebreo, entre otras cosas. Igual que ha llegado esta critica desde la RACAL, hay otras ya sobre las juderías en Cuenca y Guadalajara o el Atlas de la Cuenca Judía. Esto es muy triste y lamentable y como hebraista me siento muy molesta por la falta de profesionalidad, criterio y rigor histórico existente en esta temática. En mi humilde opinión, ser medievalista o especialista en cualquier otra etapa histórica, no implica el dominio de todas sus variables historiograficas. Creo que el pasado judio de Cuenca se merece más seriedad para dar a conocer este legado con unas condiciones intelectuales mínimas. Proyectemos una imagen seria, por favor. Todo lo demás, es ruido que no va a ninguna parte y contribuye a la desinformación y al desconocimiento
ResponderEliminarDice usted que es "especialista" en judaísmo. Echo en falta trabajos suyos firmados,, no camuflados bajo anónimo. Por lo menos D. Miguel Romero escribe de ello. ¿ y usted ?. ¿ Que tiene errores dice usted ? Corríjaselos firmando la corrección y se lo agradeceremos todos. Avelino
EliminarSin negar los posibles plagios que el señor Romero haya podido cometer y que merecen toda mi repulsa, no dejo de notar por parte de la institución RACAL, cierta inquina hacia el Sr. Romero, que arranca incluso de antes de que tales plagios se hayan producido, y que podrían ser advertidos sin que destinaran tanta mala uva. Me pregunto ni no habrá algún miembro actual de la RACAL,( el mas destacado en la inquina), interesado en ocupar ( con mayores merecimientos cree él ), el puesto de cronista oficial de la ciudad de Cuenca
ResponderEliminarUn saludo
ResponderEliminarFíjense la que ha liado el sr. Romero por hacer cosas y ser un cronista activo. ¿ Alguien se acuerda del anterior cronista, un tal Raúl Torres?. Es verdad, el Sr. Torres no plagiaba, sólo mantenía "buenas relaciones" con Diputación, con Marta Segarra, etc. por la cuenta que le traía. Un cronista políticamente correcto. Pero repito: ¿ Alguien se acuerda de el?. Avelino