LOS ÚLTIMOS VERSOS DE FLORENCIO MARTÍNEZ RUIZ
Las cenizas del escritor, periodista y
crítico literario, académico que fuera de la RACAL, fallecido en Madrid el
pasado mes de febrero, reposan desde el viernes 17 del presente mes de mayo en
el área de conquenses ilustres del bello y recoleto cementerio de San isidro,
en lo más alto de esa cuenca a la que tanto amó y tanto cantó. Reproducimos a
continuación el artículo con tal motivo escrito por el también académico José
Luis Muñoz:
Se han
cumplido sus deseos y Florencio Martínez Ruiz descansa ya en el cementerio
de San Isidro, sobrevolando las aguas verdes del Júcar a las que
tantas páginas –tantos versos- dedicó en vida, compartiendo con el
río madre las invencibles nostalgias suscitadas permanentemente por el
otro río, el Cabriel, a cuya vera nació, en los peñascales de Alcalá de la
Vega. Y así, entre ese doble amor fluvial, acompasando su devenir humano
desde el río natalicio al que ahora se convierte en compañero hasta
la eternidad, la vida de Florencio encuentra al fin el sosiego definitivo,
el que pone fin a los afanes, las esperanzas y las realidades de cada
día. Desde unas atalayas similares a esta de San Isidro, la juventud de
Florencio encontró en el seminario, también sobre el Júcar, el
adecuado mirador desde el que extendió su vista sobre el horizonte
inmediato, en el que halló los fundamentos que habrían de servirle de
pivote constante: la poesía, la literatura, la fantasía, la
actualidad, Cuenca.
La muerte de
Florencio Martínez Ruiz (Alcalá de la Vega, 1930 / Madrid, 2013)
representa la pérdida de uno de los pilares fundamentales de la
cultura conquense del último medio siglo. Nadie como él llegó a conocer,
analizar y difundir de un modo tan amplio y certero lo que había sucedido y
estaba sucediendo, en el seno de la cultura local, singularmente en
la literatura. Al abandonar el seminario hizo la carrera de Magisterio en
Cuenca y posteriormente, en Madrid, la de Periodismo, titulándose en
1961. Sus primeras colaboraciones aparecen de forma esporádica en las
páginas de Ofensiva, el periódico de Cuenca. Luego vienen
colaboraciones en la prensa madrileña (El Español, Madrid, Arriba, Ya)
hasta ingresar en el que habría de ser su periódico definitivo, ABC,
(1971) donde desempeñó en especial las tareas de crítico literario,
siendo responsable durante muchos años del suplemento “Mirador Literario” y de
“Domingo Cultural”.
En esa función
consiguió alcanzar un sólido prestigio profesional por el acierto de sus
comentarios, la agudeza de sus análisis y el profundo conocimiento del
hecho poético español, con una sutil habilidad en el descubrimiento
de nuevos valores. Alcanzó un considerable prestigio su libro La nueva
poesía española, antología de los poetas surgidos en la posguerra, una
eficacísima fotografía de la situación del panorama lírico español en esos
momentos. Como poeta su obra publicada es escasa, pero en ella figura
uno de los más hermosos poemarios editados en Cuenca, Cuaderno de la
Merced.
Siempre estuvo
vinculado a Cuenca y siempre contó con el reconocimiento público de la
ciudad y el respeto de los círculos literarios conquenses. Por ello
fue sucesivamente pregonero de las fiestas de San Julián (1972), de
Semana
Santa (1989), de San Julián otra vez (1995) y de la Feria del Libro (1996). Ingresó en la RACAL el 13 de noviembre de 2001 con un discurso sobre la figura de lInfanta Paz y sus vinculaciones con Cuenca. En la prensa conquense dejó innumerables muestras de su saber literario y de un profundo entendimiento de las claves esenciales que mueven la cultura en esta ciudad. Páginas ejemplares de ello existen en Diario de Cuenca, Gaceta Conquense y El Día de Cuenca.
Santa (1989), de San Julián otra vez (1995) y de la Feria del Libro (1996). Ingresó en la RACAL el 13 de noviembre de 2001 con un discurso sobre la figura de lInfanta Paz y sus vinculaciones con Cuenca. En la prensa conquense dejó innumerables muestras de su saber literario y de un profundo entendimiento de las claves esenciales que mueven la cultura en esta ciudad. Páginas ejemplares de ello existen en Diario de Cuenca, Gaceta Conquense y El Día de Cuenca.
Este viernes,
17 de mayo, desapacible y lluvioso, nos hemos reunido un grupo de amigos
para recibir la urna con sus cenizas y acompañar a sus familiares en la
ceremonia, íntima y entrañable, de depositarla en tierra, entre las tumbas
de Fernando Zóbel y Bonifacio Alfonso. Cumpliendo sus deseos,
Manuel Cano, Carlos de la Sierra y Francisco Medina han cantado “In
paradisum” y el primero de ellos ha leído los últimos versos, el postrer
soneto, escrito por Florencio apenas una semana antes de morir.
Cuando llegue mi hora,
Fortunato,
a la tropa escolar pon
sobreaviso
en La Merced y cumple el
compromiso
de reclutarla a golpe de silbato.
Cántame “In Paradisum” de
inmediato,
en latín de Perrone si es
preciso,
y que el deán de al Júcar su
permiso
para asistir al coro por un
rato.
Que te acompañen, con su voz más pura,
Gregorio, Vieco, Luis, Pinga y
Vicente
y con su icono mágico Anastasio.
Y si Dios encarece la factura
y hay que esperar, que Cuenca
me represente
cerca del cielo, en su alto
iconostasio.
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